REVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO
A veces parece que todavía hay mucha gente a la que no le están pisando el cuello lo suficiente como para que se revuelva y enseñe los dientes a quien le pisa.
Hay mucho miedo a que algo cambie, a perder lo que nos dejan tener en el bolsillo, lo que “hemos conseguido”, nos suponemos medianamente acomodados, importantes, tenemos unos euros en un banco, una casa, tal vez un coche, trabajo, hasta tenemos tarjetas de crédito, de El Corte Inglés, una jubilación, hijos con estudios, nietos, votamos, nos sentimos aparte y a salvo gracias al sistema. Sí, oímos que hay corrupción, pero bueno, la consentimos, la justificamos, la podemos hasta disculpar con tal de que…
Y de esto se valen. El miedo puede producir tres reacciones: paralización y huída o ataque. Ese miedo tiene paralizados a muchos que procuran eludir la realidad, pasar de puntillas. Dejan que les den pan y circo; pueden tomarse una caña, irse un puente de vacaciones, juntarse con los amigos, ¿qué más quieres? Alguna vez conocen el paro por un amigo, un hijo, un nieto, saben que los trabajos están mal, que les toca esperar para la consulta del médico, pero… es que la crisis…
Los políticos saben hasta dónde tirar de la cuerda sin que se rompa. Y creemos vivir en un país con “cierta” democracia y sensación de libertad. Los más osados, se agregan a una protesta, a una manifestación para que la conciencia se quede saciada de venganza y justificación. Y piensan que están luchando contra la injusticia, que existe, en cierta manera, algo de soberanía popular. Hay algunos que, eso se ve en televisión, protestan y son detenidos y apaleados porque se meten a protestar por un desahucio o porque cierran su empresa. Pero dicen que son violentos y muestran las imágenes. Esos que protestan, bueno, se meten contra la política y así les pasa. Los políticos, que para eso cobran –dicen-, son los que han de solucionarlo. Son cosas que ellos verán cómo las arreglan.
Pero piensa; es un espejismo. Es mentira. Nos dejamos engañar. Parece que los problemas no van con nosotros, que los tienen los demás. Hasta que nos toca, y el misil nos cae encima. Y sólo cuando uno se ve ante un desahucio, un despido, una injusticia en primera persona y como actor principal, entonces es cuando vemos las orejas al lobo. Entonces vemos la injusticia.
Las noticias se suceden a ritmo vertiginoso y, en casi todas las ocasiones, vienen acompañadas de la opinión de quienes las difunden. Vienen, como se dice ahora con respecto a las encuestas, cocinadas.
Sólo una pausa para pensar un poco nos facilitará la formación de nuestra propia opinión al respecto.
La reflexión acompaña a una decisión formada en nuestro propio pensamiento. No podemos dejar que piensen por nosotros, que opinen por nosotros y que actúen por nosotros. Igual, podemos llegar tarde.
A veces parece que todavía hay mucha gente a la que no le están pisando el cuello lo suficiente como para que se revuelva y enseñe los dientes a quien le pisa.
Hay mucho miedo a que algo cambie, a perder lo que nos dejan tener en el bolsillo, lo que “hemos conseguido”, nos suponemos medianamente acomodados, importantes, tenemos unos euros en un banco, una casa, tal vez un coche, trabajo, hasta tenemos tarjetas de crédito, de El Corte Inglés, una jubilación, hijos con estudios, nietos, votamos, nos sentimos aparte y a salvo gracias al sistema. Sí, oímos que hay corrupción, pero bueno, la consentimos, la justificamos, la podemos hasta disculpar con tal de que…
Y de esto se valen. El miedo puede producir tres reacciones: paralización y huída o ataque. Ese miedo tiene paralizados a muchos que procuran eludir la realidad, pasar de puntillas. Dejan que les den pan y circo; pueden tomarse una caña, irse un puente de vacaciones, juntarse con los amigos, ¿qué más quieres? Alguna vez conocen el paro por un amigo, un hijo, un nieto, saben que los trabajos están mal, que les toca esperar para la consulta del médico, pero… es que la crisis…
Los políticos saben hasta dónde tirar de la cuerda sin que se rompa. Y creemos vivir en un país con “cierta” democracia y sensación de libertad. Los más osados, se agregan a una protesta, a una manifestación para que la conciencia se quede saciada de venganza y justificación. Y piensan que están luchando contra la injusticia, que existe, en cierta manera, algo de soberanía popular. Hay algunos que, eso se ve en televisión, protestan y son detenidos y apaleados porque se meten a protestar por un desahucio o porque cierran su empresa. Pero dicen que son violentos y muestran las imágenes. Esos que protestan, bueno, se meten contra la política y así les pasa. Los políticos, que para eso cobran –dicen-, son los que han de solucionarlo. Son cosas que ellos verán cómo las arreglan.
Pero piensa; es un espejismo. Es mentira. Nos dejamos engañar. Parece que los problemas no van con nosotros, que los tienen los demás. Hasta que nos toca, y el misil nos cae encima. Y sólo cuando uno se ve ante un desahucio, un despido, una injusticia en primera persona y como actor principal, entonces es cuando vemos las orejas al lobo. Entonces vemos la injusticia.
Las noticias se suceden a ritmo vertiginoso y, en casi todas las ocasiones, vienen acompañadas de la opinión de quienes las difunden. Vienen, como se dice ahora con respecto a las encuestas, cocinadas.
Sólo una pausa para pensar un poco nos facilitará la formación de nuestra propia opinión al respecto.
La reflexión acompaña a una decisión formada en nuestro propio pensamiento. No podemos dejar que piensen por nosotros, que opinen por nosotros y que actúen por nosotros. Igual, podemos llegar tarde.
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