LOS ANIMALES NO SON TAN
ESPAÑOLES
Ahora está quieto el ganso,
colgando boca abajo de una maroma, inmóvil porque sencillamente está muerto, lo
han sacrificado antes. Espera que pase alguien a caballo y le arranque la
cabeza de cuajo. En otros tiempos colgaban vivos y supongo que sería más difícil
descabezarle porque no se estaría quieto.
Es en el pueblo de Carpio de
Tajo, en la provincia de Toledo, donde se celebran por las fiestas de Santiago
Apóstol unas espectaculares y un tanto acrobáticas carreras de caballos por
parejas en las que los jinetes galopan abrazándose de los hombros; sin duda son de gran dificultad y muy
vistosas. Hasta ahí nada que decir. Los caballos enjaezados, los jinetes
vestidos con ropas antiguas, la animación garantizada.
Pero después, empieza la
barbarie: Se trata de que los mismos jinetes, a buena velocidad, crucen la
plaza y al pasar bajo el ganso colgado intenten agarrarlo del cuello y arrancar
su cabeza como trofeo.
A
veces lo consiguen y a veces no, cuestión de habilidad, fuerza y suerte.
Se me ocurre pensar que
podrían colgar cestos, monedas, cintas, aros, guirnaldas de flores,
sombreros... pero no, cuelgan un animal, aunque esté muerto —¡menos mal!— y hay
que arrancarle la cabeza. Sospecho que en las otras cabezas, las de jinetes,
espectadores y organizadores hay bastante basura disfrazada de tradición,
bastante mala uva vestida de diversión, bastante brutalidad ataviada de fiesta.
Y son sólo unos pocos, que no
la mayoría de españoles, pero siempre son más de lo que la cordura, el buen
gusto, la salud mental y la decencia aconsejan.
Por mí pueden seguir
arrancando cabezas de ganso muerto y celebrándolo con regocijo y aplausos
—prohibir no me parece nunca la mejor solución—, pero no deja de ser una
tradición infame, una estética zafia, una fiesta salvaje y un tumulto grosero.
España —no menciono a otros
países que también tienen sus costumbres bárbaras con animales, sean para
fiesta o para comer—, sigue teniendo el pellejo medieval, aún se le ven las
hechuras primitivas, salvajes, primitivas y crueles. Y no, no se le puede
llamar "animalada" porque a los animales ni se les ocurre maltratar a
otro animal, ensogarle, descabezarle, lancearle, tirarlo desde las alturas,
hacerlo correr asustado, ensañarse con él de cualquier modo y luego rematarle.
Los animales no son tan españoles.
(Enrique
Gracia Trinidad)
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